En cuestión de días, gran parte del mundo deportivo se paralizará cuando la pelota de fútbol empiece a recorrer el césped del estadio Al Bait, en la ciudad de Jor (Qatar). Los mundiales de fútbol, muchas veces o casi siempre, trascienden lo estrictamente deportivo para tomar ribetes políticos. La sede elegida por la FIFA ha generado diversas críticas por las supuestas violaciones a los Derechos Humanos allí registrados y federaciones de fútbol, jugadores, directores técnicos y hasta dirigentes políticos se pronunciaron en este sentido. Ante este panorama el concepto de ‘sportswashing’ -práctica que un individuo, grupo, corporación o nación usa a través de un evento deportivo para mejorar su reputación dañada- juega un rol clave. 

En Argentina, el mundial no se toma como un hecho aislado o desapercibido. Las expectativas generadas en torno a la Selección comandada por Lionel Scaloni y Lionel Messi son altas y eso provoca que importantes sectores de la sociedad ya demuestran su ansiedad, preparen fixtures y completen álbumes de figuritas. Pero la fiebre mundialista llega en un contexto trazado por un proceso inflacionario sin techo, una moneda cada vez más devaluada y un gobierno errante en sus definiciones para atacar estas problemáticas. 

Así, los mundiales de fútbol parecen venir de la mano de algunos mitos como el que dice que frente a estos acontecimientos la sociedad queda anestesiada. “Hay una idea de que la clase dirigente puede hacer lo que quiera porque la gente está viendo el Mundial y pensar que un gobierno, cualquiera fuese, puede hacer cualquier cosa porque nadie le presta atención es un error que esconde una profunda subestimación de la sociedad”, manifestó el analista político Luis Karamaneff a LA GACETA.   

Realidad supera Mundial

Más allá de la ilusión futbolística, Karamaneff remarca que no resulta cierto que la población se deja engañar con ‘cortinas de humo’ y argumentó datos históricos que también vinculan a la performance de Argentina en mundiales de fútbol con la política. “En 2001 y en plena crisis, Argentina quedó eliminada en primera ronda del Mundial Corea del Sur - Japón. Por ese entonces, Carlos Reutemann, gobernador de Santa Fe, decía que si Argentina perdía en primera ronda, en el país se iba a desatar una guerra civil y eso no pasó. Más atrás en el tiempo, en 1986, Diego Maradona vino con la copa y en el país ya teníamos una inflación del 400% y el gobierno de Raúl Alfonsín terminó como terminó”, detalló el licenciado en Ciencias Políticas. Y remarcó que más allá de lo que suceda en aquel país de los Emiratos Árabes, aquí “la inflación, la pobreza, la crisis en general y las cosas positivas que también tenemos se seguirán experimentando” porque el fútbol no deja de ser un pasatiempo más. 

Además, Karamaneff señaló que durante los años en los que no se disputa este certamen internacional, las personas tampoco están discutiendo los grandes problemas de la existencia y pasan su tiempo debatiendo sobre problemas cercanos u otros más banales como lo que puede suceder con los participantes de los reality shows. 

Desde otro lugar, el analista político Carlos Germano coincidió con el pensamiento de considerar un mito la idea de que habrá grandes sectores de la sociedad “embobados detrás del televisor o un celular mirando el mundial”. “El mundial mueve sentimientos y pasiones, pero la realidad es mucho más fuerte que la virtualidad porque las necesidades son aquí y ahora. Por eso, bajo ningún punto de vista hay una sociedad paralizada”, enfatizó.  

Germano también aseguró que observó cierta especulación en la gestión de Alberto Fernández en torno al Mundial de Fútbol, pero luego “empezaron a darse cuenta que la gente está con otras necesidades”. “La sociedad sabe lo que está pasando y que el fútbol es un pasatiempo”, dijo el profesional. Y remarcó que para un gobierno con más del 60% de imagen negativa resulta complejo cualquier intento de “querer tapar con las manos la realidad”.   

Diciembre y otros mitos

Los trágicos acontecimientos de diciembre de 2001, que desembocaron en la abrupta salida de Fernando de la Rúa del gobierno, calaron hondo en un imaginario colectivo que suele percibir al último mes del año como un mes conflictivo. 

En relación a esto, Karamaneff postula que en Argentina siempre se tiende a pensar que estamos atravesando momentos particulares por la lógica y dinámica de la política y la economía. “Elisa Carrió -referente de la Coalición Cívica- dijo hace unos días que el Mundial llegaba en diciembre y diciembre es un mes complejo. Conflictivo fue en 2001 y es cierto que nos quedó un recuerdo muy traumático de hace 20 años y vivimos aterrorizados del pasado. En Tucumán, además le podemos sumar el acuartelamiento de la Policía en diciembre de 2013. Pero después los otros diciembres son iguales: hace calor, llueve y llegan las fiestas de fin de año”, lanzó el analista tucumano. Y remarcó que el resto de los meses en nuestro país no difieren demasiado y no por eso se les atribuye una carga negativa: “Marzo o abril, cuando suben los precios por el inicio de las clases o demás factores no son meses más tranquilos”, subrayó. 

Para Karamaneff también resulta infundada la idea que se transmite a través de distintas herramientas publicitarias sobre el poder de unidad que puede tener este evento sobre la sociedad y así superponerse a las diferencias. “Suponiendo que Argentina gane la copa, no creo que sea un elemento para que Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner cierren la grieta. Capaz que en una plaza un macrista y un kirchnerista se abrazan confundidos, pero no van a desaparecer las diferencias por eso”, expresó.  

Lo que puede venir

Inmiscuido en el escenario político nacional, Germano hizo mención a la decisión del presidente Alberto Fernández de prorrogar el período de sesiones ordinarias del Congreso Nacional hasta el 30 de diciembre próximo y relató que esa medida generó distintas especulaciones sobre la posibilidad de que el Gobierno intente reformar el sistema electoral para suprimir las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Desde su mirada, esa jugada resulta compleja por la dificultad de conseguir quórum y los votos necesarios en esa época del año. “Yo veo un escenario virtual, donde está la dirigencia política hablando entre sí, en una endogamía cada vez más peligrosa donde le cuesta mucho relacionarse con la realidad. Y por otro lado un escenario de la realidad donde la sociedad ve a la política con un chip electoral. Y para la sociedad, agosto de 2023 queda lejísimo”, consideró el analista y sentenció que en caso de no revertir ese rumbo el electorado puede reflejar su castigo.